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Génesis de la arquitectura zagrí

Exponíamos en el anterior artículo cómo la arquitectura mudéjar aragonesa tenía su origen en la que denominamos “arquitectura zagrí”, pero, ¿de dónde vino esta forma de construir? Repasemos ligeramente los hechos históricos.

En el año 711, el poder visigodo que gobierna Spania (la antigua Hispania) se encuentra dividido entre dos facciones: los herederos de Witiza y los partidarios del rey don Rodrigo, que había subido al trono de forma violenta. Los primeros buscan la ayuda de las tropas musulmanas del norte de África y es de esa manera cómo un ejército perteneciente al califato Omeya (con sede en Damasco) cruza el estrecho de Gibraltar al mando de Tariq, lugarteniente del gobernador Mûsà ibn Nusayr. En ese mismo año, Tariq vence a las tropas de don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Con el apoyo de la facción por la que habían sido llamados y del poder cristiano que la respalda, los musulmanes ocupan el vacío de poder que había quedado tras las guerras intestinas entre las distintas camarillas visigodas y se hacen con el gobierno de la península, cuya capital reside entonces en Toledo.

La dominación de todo el territorio fue algo muy rápido, hasta el punto de que cabe más hablar de un cambio de sistema que de una conquista propiamente dicha. De otra forma no se explica que, en tan solo tres años, el ejército islámico se encontrara ya en el valle del Ebro, teniendo en cuenta que la misma dominación, varios siglos antes, al ejército romano le había costado dos siglos de sangre y fuego. Lógicamente, los cristianos unitarios y los hebreos hispanos, sobre todo, vieron con buenos ojos el nuevo poder musulmán porque los libraba de la dura opresión a la que los visigodos los tenían sometidos.

En el 714, el conde visigodo Casio, señor de buena parte del valle medio del Ebro, sale al encuentro de las tropas musulmanas y le plantea un pacto a Mûsà ibn Nusayr: se convertirá en súbdito suyo a cambio de que se le permita mantener sus propiedades, todo ello sin derramar una sola gota de sangre. Así, Casio se convierte al islam y nace la dinastía de los Banû Qasî (el nombre de Casio arabizado). Uno de sus descendientes, Mûsà ibn Mûsà (788-862) llegaría a ser uno de los personajes más poderosos de la península, siendo incluso denominado por algunas crónicas cristianas como “el tercer rey de España”. El nuevo sistema no obliga a nadie a convertirse al islam, pero el señor lo había hecho y la gran mayoría de la población seguirá su ejemplo por las ventajas económicas y sociales que ello les va a suponer. La población sigue siendo, en su mayoría, la autóctona de siempre, contra esa creencia infundada de que grandes masas de gentes venidas de África hubieran desplazado hacia el norte a la que aquí vivía.

El nuevo Estado, llamado Alandalús, establece su capital en Qurtuba (Córdoba) y los cambios suponen un gran progreso en todos los ámbitos (social, cultural, económico, etc.), en contraste con la miseria que había imperado bajo el poder visigodo y en la que aún se encontraba sumido el resto de Europa. En el valle del Ebro queda establecida la Marca Superior o ath-Thagr al-’Alà, es decir, la frontera con el mundo cristiano del norte. Alandalús supondrá durante siglos un faro de progreso para el resto del mundo occidental y Europa deberá mucho a los andalusíes, algo que, a menudo y lamentablemente, hemos olvidado.

En el año 750, en Damasco, la familia de los abasíes desplaza a los omeyas del poder, matando a todos sus miembros, excepto a Abderramán I, que consigue huir, y trasladan el poder a Bagdad, fundando así el califato Abasí. Abderramán I llega a la península ibérica en el 756 y consigue que Alandalús se separe del poder de Bagdad, creando el emirato de Córdoba. Dicho emirato se convertirá en califato en el 929 bajo el poder de Abderramán III, llegando Alandalús de esta forma a su máximo esplendor.

Tras la caída de Almanzor en 1002, el califato se va desmoronando y uno de los primeros territorios en declarar su independencia respecto a Córdoba es la Marca Superior. Esto sucede en 1018, cuando Mundhir I al-Mansûr se convierte en el primer monarca del nuevo Estado, con capital en Saraqusta (Zaragoza), siendo esta la primera vez que en este territorio surge un Estado con carácter propio, pues el reino de Aragón todavía no existía como tal.

El nuevo reino, que abarcará un amplio territorio superior al actual Aragón, con salida al Meditarráneo, es gobernado, en primer lugar, por la dinastía de los Tujibíes y, posteriormente, por los Hudíes, ambas de origen yemení. Estos, al dar la espalda a Córdoba, se fijan en Bagdad, sede del califato Abasí, donde se encuentra el mayor progreso del mundo conocido. Atraídos por la liberalidad de sus gobernantes, llegan a estas tierras, no solo gentes procedentes de la élite cultural cordobesa que huyen de la fitna, sino también personajes del mundo iranio, todo ello en una época en la que el mar Mediterráneo es un fabuloso medio de comunicación entre todo el mundo musulmán y el río Ebro es navegable desde Tortosa hasta Calahorra. Las señas de identidad, que hasta entonces habían provenido de la región siria, son sustituidas por las nuevas modas que imprimirán un carácter muy distintivo en esta parte del mundo occidental. Coincide la circunstancia de que, tanto en aquellas tierras como en estas, el paisaje es muy parecido: grandes desiertos con oasis donde florece la civilización. En este caso los oasis son lineales, a lo largo del Ebro y sus afluentes. También la escasez de piedra para construir, pero la abundancia de arcilla con la que fabricar ladrillos y yeso para material aglomerante. Se importará una forma de arquitectura que resultará totalmente exótica en Occidente y que los sultanes saraqustíes sabrán aprovechar para hacer ostentación de su poder, jalonando las rutas comerciales que llegan a Zaragoza con esbeltos alminares de ladrillo y yeso que causarán la admiración de los viajeros que se aproximen hasta la capital del Ebro.

 

Alminar de Kirat (Irán, siglo XI).                
Alminar de Tauste (Aragón, siglo XI).

 

Paño caligráfico en el alminar de Tauste donde se expresa la shahada o profesión de fe del islam; en este caso “no hay más dios que el Justo”.

 

Ejemplo muy significativo de todo ello es el caso de las torres octogonales de ladrillo y yeso, pues estas solo existen en el mundo oriental y en el actual Aragón.

De esta manera nace aquí la arquitectura zagrí: una arquitectura “persa” en medio de un paisaje “persa”, pero a miles de kilómetros de aquellos lejanos lugares, y que será el precedente directo de lo que después será conocido como “arquitectura mudéjar aragonesa”.

 

Jaime Carbonel Monguilán. Arquitecto Técnico.

Autor del libro «El Alminar de Tawust», las intervenciones en obras de restauración del patrimonio de Jaime Carbonel le han llevado a conocer los aspectos más singulares de la arquitectura tradicional aragonesa, como el uso del yeso como material de agarre en lugar del mortero de cal, que era lo habitual en el resto de casi todo el mundo. Su dedicación al estudio detallado de la torre de Santa María de Tauste arroja unos resultados sobre su datación bien diferentes de los que se han sostenido tradicionalmente. Unas conclusiones que afectan de manera muy positiva al pasado de Tauste y a las consideraciones sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa.

 

Artículos anteriores

La arquitectura zagrí y mudéjar en Aragón (I).

La arquitectura zagrí y mudéjar en Aragón (II): El caso de Tauste.

La arquitectura zagrí (IlI): Un poco de historia.

¿Por qué la llamamos «arquitectura zagrí»?

El yeso: Ese material tan habitual como ignorado.

Errores conceptuales respecto al yeso.

Técnicas de construcción con yeso.

Mortero de cal o pasta de yeso.

¿Cómo nació la arquitectura mudéjar aragonesa?