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La Torre de la Magdalena de Zaragoza

 

La iglesia parroquial de Santa María Magdalena se encuentra prácticamente al final de la calle Mayor, de Zaragoza, donde esta desemboca en la llamada plaza de la Magdalena, junto a la parte más oriental del Coso. Una potente muralla de piedra de alabastro, de la que aún quedan restos importantes, delimitaba la ciudad. En este lugar se encontraba la puerta de Valencia, denominada en época islámica “Bâb al-Qibla”. Bâb significa “puerta” en árabe y la Qibla señalaba la dirección hacia La Meca (sureste). También quedan restos de esa puerta en la fachada de una de las casas.

 

Plano de Situación

 

Iglesia de la Magdalena vista desde el Coso y, en la parte izquierda, restos de la Puerta de Valencia o Bâb al-Qibla

 

De este conjunto siempre se afirmó que estaba construido en el siglo XIV, adscrito, por tanto, al arte mudéjar aragonés. Respecto a la iglesia, no hay ninguna duda de que es así. En época barroca, cuando ya no era obligatorio que los altares estuvieran orientados hacia el Este, se abrió una puerta en la cara central del ábside y se colocó el altar en el lado opuesto.

Si toda la obra responde a un proyecto único y está realizada en un mismo tiempo, resulta extraña la diferencia de estilos y recursos decorativos, encontrando en la torre una mayor riqueza de los mismos en contraste con la sobriedad de la iglesia, cuya ornamentación se concentra principalmente en el ábside y con elementos diferentes a los de la torre. Evidentemente, no pudieron ser las mismas manos de alarifes las que levantaran uno y otro edificio.

Documentalmente, se afirma que ya existía una iglesia en este mismo lugar en 1126. Teniendo en cuenta que la conquista cristiana de Zaragoza se produce en 1118, está claro que aquel templo no pudo ser otro que la mezquita que ahí hubiera antes de esa fecha. En el siglo XIV, se derribaría el antiguo edificio y se construiría la iglesia que hoy conocemos. Al construirla sobre el mismo solar que el antiguo templo, su orientación quedó condicionada por tal circunstancia, lo que explica que el ábside, en lugar de estar hacia el Este, lo esté hacia el Sureste (La Meca).

 

Eje de la iglesia y Torre (J.M. Pinilla a partir de la planta de F. Íñiguez y R. Moya, arquitectos).

 

El profesor Borrás Gualís aventuró que, seguramente, construirían una iglesia románica inmediatamente después de la conquista cristiana y que sería a esta a la que se referían en el documento que aludía al año 1126. Además de lo increíble que resultaría semejante actividad edilicia en aquellos primeros años de posguerra en lugar de aprovechar lo existente, cabe señalar que, en 1988 y 1989, el solar situado al norte de la iglesia fue excavado por los arqueólogos José Francisco Casabona Sebastián y José Delgado Ceamanos, encontrándose una serie de restos y estructuras islámicas, como un fragmento de inscripción en árabe y un potente muro de cimentación de 20 metros de longitud en sentido NO-SE que, por su orientación y tamaño, bien pudo pertenecer a la mezquita de Bâb al-Qibla. Sin embargo, no se halló ningún resto de la iglesia románica mencionada por Gonzalo Borrás, como tampoco durante las obras de restauración dirigidas más recientemente por los arquitectos Aguerri y Aguerri.

La pregunta que se plantea es si la torre actual es realmente el alminar reutilizado de aquella mezquita o si se hizo de nueva planta junto con la iglesia, tal y como siempre se afirmó. De cualquier forma, el historiador Ángel Canellas, en su “Historia de Zaragoza”, ya menciona un testamento de 1197 otorgado por un clérigo de esta iglesia en el que se habla de su “campanar” (torre campanario). De igual forma que descartamos la existencia de una iglesia románica en aquel entonces, tampoco cabe la posibilidad de una torre románica. Resulta difícil pensar que no sea la que hoy conocemos y que es objeto de este artículo.

Analizando el encuentro entre ambos edificios a nivel de calle Mayor, la bajante existente en el rincón que forman ambos paramentos dificulta ver si es una única obra o son dos, pero se aprecia que no parecen coincidir en altura las hiladas de uno y otro. La observación a cierta altura (por encima del atrio) llevada a cabo por Peña Gonzalvo nos da la clave: la cornisa de la iglesia parece querer estar hecha al mismo nivel que la que corresponde a la torre a esa misma altura, aunque, por lo visto, un asiento diferencial entre los dos edificios ha evidenciado que son dos obras separadas. Más todavía: la cornisa que corresponde a la iglesia se estrella contra la de la torre, señal inequívoca de que, cuando se construyó la iglesia, la torre ya estaba allí. No hay duda, pues, de que la torre se erigió como un edificio exento.

Encuentro de ambos edificios a nivel de Calle Mayor.
Encuentro entre cornisas: a la izquierda de la Torre y a la derecha la de la Iglesia.

 

Pero todavía hay más evidencias. Los historiadores Bernabé Cabañero y Carmelo Lasa publicaron en el nº 17 de la revista Artigrama (2002) un trabajo titulado “Presentación de cuatro capiteles de época taifa reutilizados en la torre de la iglesia de Santa María Magdalena de Zaragoza”. Se trata de unos capiteles existentes en los ventanales del tercer cuerpo de la torre. Son dos huecos en cada cara, es decir, ocho en total, divididos cada uno de ellos por una columnilla terminada en un capitel con su correspondiente cimacio sobre el que apean los dos arquillos en que se subdivide cada hueco. Afirman, con todo su buen conocimiento, que son de época taifal (siglo XI). Tuvieron que ser ocho porque, antes de la restauración llevada a cabo por Francisco Íñiguez en los años 60 del siglo pasado, habían eliminado la columnilla en cuatro de esos ventanales (uno de cada cara) para poder colocar campanas, pues, de lo contrario, no cabían en esos huecos tan estrechos. Solo se mantuvieron los otros cuatro y aquellos se han perdido. Nos encontramos ante un caso más de que se construye una torre para la que no se piensa en que sea un campanario, pues no se prevé en la misma el espacio para su utilidad principal, si esta hubiera sido la de colocar campanas. Estos historiadores, en su afán por sostener la datación de Borrás Gualís, dan el argumento de que esos capiteles serían reutilizados, quizá procedentes del edificio islámico encontrado por Casabona y Delgado. Es frecuente el reaprovechamiento de piezas, pero, arquitectónicamente, resulta increíble que encajaran de manera tan perfecta esos elementos “reciclados” en una obra posterior. Tuvieron que ser expresamente elaborados para la misma. Además, no se explica por qué omitieron los otros 48 capiteles que existen en los arcos abocinados y que pertenecen también a la misma época. Para estos no existe reutilización posible: se esculpieron también explícitamente para su ubicación actual.

 

Capiteles islámicos. El de la derecha es original. El de la izquierda, reproducción por haberse perdido cuando se rompió el ventanal para colocar la campana.

 

En el interior de la torre existen cinco estancias superpuestas. La primera de ellas está cubierta con bóveda de crucería simple y el resto con bóvedas de arista. Estos elementos suelen adscribirse a la arquitectura gótica, pero no debe dejarse de lado la circunstancia de que también están presentes en la arquitectura omeya andalusí, como la maqsura de la mezquita de Córdoba (962) o la mezquita toledana de Bâb Mardûm (999), así como también en la mezquita aljama de Isfahán (Irán, siglo XI).

 

Bóveda de crucería (primera estancia).

 

Bóveda de arista (resto de estancias)

 

Sección (F. Aguerri y J.I. Aguerri, arquitectos. 2000)

 

Entrando más en nuestra especialidad como arquitectos técnicos y atendiendo a la evolución estructural de los alminares que exponíamos en algún artículo anterior, nos encontramos ante un alminar evolucionado, fechable en los últimos años de la taifa de Saraqusta, compuesto ya de una torre exterior y otra interior o contratorre, solamente unidas por la correa de la escalera que circula entre ambas y que se va formando mediante hiladas de ladrillo enjarjadas. La contratorre no se detiene en el cuerpo de ventanales, sino que continúa hasta arriba para formar la torrecilla de coronación. Es el modelo que se exportaría hacia el sur de la Península, con el éxodo de buena parte de la población saraqustí tras la conquista cristiana. Emigraron con todos sus conocimientos y aportaron sus técnicas constructivas al Imperio almohade. Quizá el resultado más espectacular de todo ello es la Giralda de Sevilla, que sigue el mismo esquema estructural que esta torre, aunque allí con rampas en lugar de peldaños, dada la mayor dimensión de la planta que le otorga una grandeza superior. En cuanto a estas torres zagríes, es justo destacar su mayor esbeltez respecto a la Giralda, si en esta consideramos solo su estado original y no tenemos en cuenta el recrecido del siglo XVI, es decir, la relación entre la altura y la dimensión de la base, lo que les aporta una mayor elegancia en su silueta.

La similitud entre el repertorio decorativo de esta torre (profusión de cerámica vidriada) y el de la Parroquieta de la Seo hace pensar en una segura contemporaneidad, incluso en la coincidencia de los mismos alarifes. También en el hecho de que sirviera de modelo a las torres de Teruel, aunque estas también con menor esbeltez.

Tanto la mezquita como el alminar ocuparían en época islámica una situación muy privilegiada. En el plano que se adjunta, está señalada con el nº 2 y la Bâb al-Qibla con el nº 11. Saliendo de la ciudad por esa puerta, nos encontraríamos, después de cruzar el Coso, con uno de los cementerios más importantes de Saraqusta, que se extendería prácticamente hasta el río Huerva (el otro cementerio importante, grafiado en el mismo color magenta en la parte occidental de la ciudad, era el que citábamos en el artículo sobre la torre de San Pablo, señalada con el nº 5). Según la tradición, allí estaban las tumbas de los tabíes Hanash as-Sana’aní (fundador de la mezquita aljama) y Alí al-Lahmí. Eran destino de peregrinación de muchos musulmanes venidos del resto de la Península y de otros lugares para venerar a estos personajes con reputación de santidad. El magnífico alminar de Bâb al-Qibla serviría de faro para llegar hasta ese lugar (de hecho, “alminar” significa “faro”).

 

Plano de Saraqusta (J. Peña). El nº 2 señala la Torre de Bâb al-Qibla y el nº 11 la Puerta del mismo nombre. A la derecha el cementerio mencionado.

 

En las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el interior del templo con motivo de las últimas obras de restauración, se encontró el cimiento de un pequeño alminar en la zona del actual presbiterio. Los cuatro siglos de presencia islámica en esta tierra dieron suficiente como para que, en una ciudad tan vibrante como lo fue esta y en este enclave tan especial, se hiciera necesario ampliar en el siglo XI la mezquita que aquí había. Javier Peña recrea en el plano que sigue la hipótesis más razonable de su evolución constructiva. En color verde claro, la mezquita original con su pequeño alminar, el cual sería derribado para llevar a cabo la ampliación de la mezquita (grafiada en verde oscuro) con el alminar que hoy conocemos. Ese templo sería consagrado en el siglo XII para el culto cristiano bajo la advocación de Santa María Magdalena, hasta el siglo XIV, cuando se adosa el ábside al muro de la Qibla (en color marrón) y se derriba la mezquita para construir la iglesia que hoy conocemos. No tienen que derribar, como es lógico, el bello alminar para construir un nuevo campanario porque les sirve perfectamente para usarlo como tal. Hubiera sido difícil mejorarlo en belleza y prestancia.

 

Evolución constructiva según Peña Gonzalvo (Arquitecto)

 

Para poder hacernos idea de cómo pudo ser este conjunto arquitectónico y su entorno, ponemos a continuación esta imagen que representa la Bâb al-Qibla y, tras ella, el alminar de la Magdalena, modelo 3D de Ana Alfaro (Área de Expresión Gráfica del Departamento de Arquitectura de Unizar), según interpretación de J. Peña. Al fondo, en color blanco, la mezquita mayor y su gran alminar octogonal.

 

Restitución de Bab al-Qibla, tras ella, el alminar de la Magdalena. (Interpretación de J. Peña. Modelo 3D de Ana Alfaro. Área de expresión gráfica. Departamento de Arquitectura. Unizar)

 

Nos encontramos, pues, ante una de las torres de mayor exotismo y belleza de toda la Península, por su figura esbelta, su rica decoración y extraordinario equilibrio, realizada en los últimos años de aquel siglo de oro de Zaragoza que transcurrió entre la declaración de reino independiente (1018) y la incorporación al reino de Aragón (1118), hecho con el que se abrió una nueva etapa.

 

Nota final: lo aquí desarrollado está fundamentado en los estudios que sobre esta torre llevó a cabo el arquitecto José Miguel Pinilla Gonzalvo, publicados en el nº 379 de la revista “Aragón. Turístico y monumental” (diciembre de 2015) y en el minucioso análisis que de ella hace Javier Peña Gonzalvo en su tesis doctoral titulada “Arquitectura islámica de ladrillo y yeso de Saraqusta”. Mi agradecimiento a ellos por su ayuda y disponibilidad sin límites, facilitándome todo lo que he necesitado para la elaboración de este artículo, tanto en contenidos como en imágenes.

 

Jaime Carbonel Monguilán. Arquitecto Técnico.

Autor del libro «El Alminar de Tawust», las intervenciones en obras de restauración del patrimonio de Jaime Carbonel le han llevado a conocer los aspectos más singulares de la arquitectura tradicional aragonesa, como el uso del yeso como material de agarre en lugar del mortero de cal, que era lo habitual en el resto de casi todo el mundo. Su dedicación al estudio detallado de la torre de Santa María de Tauste arroja unos resultados sobre su datación bien diferentes de los que se han sostenido tradicionalmente. Unas conclusiones que afectan de manera muy positiva al pasado de Tauste y a las consideraciones sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa.

 

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La arquitectura zagrí y mudéjar en Aragón (I).

La arquitectura zagrí y mudéjar en Aragón (II): El caso de Tauste.

La arquitectura zagrí (IlI): Un poco de historia.

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