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La iglesia de San Martín de la Aljafería

 

Aljafería. Planta y alzado este actuales. (A. Almagro, arquitecto) En círculo rojo, situación de la iglesia de San Martín.

 

Con este artículo me dispongo a dar por finalizado el recorrido por los edificios de época islámica que aún tenemos en Zaragoza, sin que ello signifique que el patrimonio arquitectónico zagrí de esta ciudad se limite exclusivamente a ellos.

Como ya sabemos, el palacio de la Aljafería fue mandado construir por el sultán al-Muqtadir en la segunda mitad del siglo XI. Refleja el esplendor alcanzado por el reino de Saraqusta en el periodo de su mayor apogeo político y cultural, hasta el punto de ser el único testimonio conservado de un gran edificio del arte andalusí en todo ese siglo. Resulta evidente su parentesco directo con otras fortalezas de Oriente Medio, también construidas en terreno llano, como es el caso de Uxaydir (Irak).

Vista exterior de la Aljafería. Esquina noreste. Foto J. Peña

 

La iglesia de San Martín ocupa el ángulo nororiental del recinto, de tal forma que las propias murallas norte y este le sirven de cerramiento en dos de sus lados. Es el primer edificio con el que nos encontramos a la derecha nada más franquear la puerta de entrada a este formidable palacio taifal que fue el más rico y grandioso de todos los erigidos en la península ibérica a lo largo del siglo XI. En la actualidad se utiliza como archivo de las Cortes de Aragón.

Se la considera una iglesia gótica, construida en el siglo XIV, no existiendo documentación fehaciente sobre este hecho (como es común a todos los edificios que aquí venimos tratando), pero en la simple observación de su fachada ya detectamos elementos extraños. Este frente se compone de tres grandes arcos apuntados (más bien bóvedas de cañón apuntado, pues tienen tres metros de profundidad) y un cuarto vano más a la izquierda, actualmente de acceso a otros espacios). Encima, una coronación almenada. Las almenas no sorprenden en un conjunto que, además de palacio, fue fortaleza, pero sí el hecho de que estos vanos fueran abiertos al exterior en su origen. Tan solo estuvo cerrado el de la izquierda mediante una puerta resuelta con un arco carpanel, cobijado este, a su vez, bajo otro arco ojival entre los cuales existe un tímpano decorado con unos arcos mixtilíneos y una hornacina rectangular en el centro. Todo esto está enmarcado en un alfiz decorado con orlas de rombos, en cuyas albanegas podemos ver los escudos con el Senyal de Aragón. Se ve claramente que este cerramiento está como “pegado” a la obra original y que, además, no llega a cubrir toda la altura del vano. Su estilo y características no ofrecen dudas sobre su datación en el siglo XIV, pero, entonces, ¿cuándo se había construido el edificio que hay detrás de esta portada?

Fachada de la Iglesia de San Martín con su pequeño alminar sobre la cubierta. a la derecha, entrada al recinto. Foto J. Peña.

 

Alfonso I el Batallador toma Zaragoza en 1118 y ese mismo año hace “donación de la Jafería a Berengario, abad crasense, y a sus monges, y les da licencia de edificar allí iglesia en honra de Dios y de Sancta María, y de San Martín y de San Nicolás”. No vamos a dudar de esa donación, pero si a partir de ahí se hubieran puesto a construir una iglesia, habría sido, por su época, una construcción románica de la cual no se han encontrado restos. La estructura existente se apoya directamente sobre el suelo natural y todo ello ha podido comprobarse en las excavaciones arqueológicas.

Para ser una iglesia en su origen, resulta una estructura de lo más chocante. Su interior es un espacio diáfano con dos pilares centrales (ver el plano de planta en el encabezamiento de este artículo). Se divide en tres naves de dos tramos, resultando un templo más ancho que largo (¿?). Quizás aprovecharon la circunstancia para ponerle a la iglesia la triple advocación inicial, es decir, Santa María, San Martín y San Nicolás. Esto si consideramos que la cabecera era el lado norte, es decir, el opuesto a la entrada. Más raro es todavía si lo consideramos bajo la hipótesis de que la cabecera fuese el lado este (la orientación canónica reglamentaria en el Medievo), pues entonces, aunque ya sería más largo que ancho, constaría de dos naves, algo inusual. De cualquier forma, sin ábside ni presbiterio. Completan la edificación hacia el lado sur las tres bóvedas ojivales antes mencionadas y que, “curiosamente”, estaban abiertas al exterior.

Parece ser que este edificio es una “víctima” más de ese empeño por adscribir todo a la época cristiana. En este caso, los argumentos se basaban en el hecho de que las bóvedas interiores son de crucería y las del frente de fachada ojivales, elementos constructivos que siempre se han considerado un invento del arte gótico pasando por alto el hecho de que en la arquitectura omeya (Córdoba) ya hacía siglos que se empleaban, así como también en la propia Aljafería (de incuestionable datación taifal, es decir, siglo XI), por no mencionar Oriente Medio, donde ya existían desde la Antigüedad.

Arco apuntado en el frente de fachada y bóvedas de crucería en el interior. (Fotos J. Peña).

 

¿Cuál fue el uso primitivo de esta edificación? El hecho de que la fachada abierta al exterior sea la orientada hacia el sur afianza la hipótesis de que fue construida sin intención de que precisara de cerramiento alguno. En el mundo oriental abunda esta tipología en muchas mezquitas y otros edificios. Dada su ubicación dentro del recinto, resulta difícil suponer que este espacio estuviera libre de edificación y que lo que allí habría es el edificio que ha llegado hasta nuestros días. Estaría destinado a cuerpo de guardia (se encuentra junto a la entrada), pero también pudo tener uso religioso, pues el oratorio musulmán resulta muy pequeño para la grandeza del castillo-palacio y solamente sería utilizado por el propio sultán y su familia. Necesitarían otro oratorio más grande para el resto de los habitantes de la fortaleza. De hecho, el pequeño alminar que tiene encima así parece indicarlo.

En cuanto a los dos pilares centrales, cabe destacar que eran de planta cruciforme y fueron sustituidos en los años 80 por los actuales. Los originales se exhiben en un espacio muy próximo a donde estuvieron, dentro del propio recinto. La geometría de los nuevos fue diseñada de forma que resultara más coherente con el estilo gótico que imperaba en el siglo XIV cuando, realmente, los que había eran, constructiva y geométricamente, más coherentes para recibir encima los nervios de sección plana, como puede verse en la fotografía siguiente.

Izquierda: San Martín con las columnas de planta cruciforme originales. (Universidad de Wisconsin). Derecha: Los mismos pilares expuestos dentro del mismo recinto. (Foto J. Peña).

 

Se pasó por alto algo tan lógico como que en un recinto de datación indudable en el siglo XI y con semejantes evidencias, donde, al menos, el oratorio y el Salón Dorado son zagríes, ¿por qué no pensar que este edificio también lo era en lugar de trasladarlo forzadamente a la época ya cristiana?

 

Jaime Carbonel Monguilán. Arquitecto Técnico.

Autor del libro «El Alminar de Tawust», las intervenciones en obras de restauración del patrimonio de Jaime Carbonel le han llevado a conocer los aspectos más singulares de la arquitectura tradicional aragonesa, como el uso del yeso como material de agarre en lugar del mortero de cal, que era lo habitual en el resto de casi todo el mundo. Su dedicación al estudio detallado de la torre de Santa María de Tauste arroja unos resultados sobre su datación bien diferentes de los que se han sostenido tradicionalmente. Unas conclusiones que afectan de manera muy positiva al pasado de Tauste y a las consideraciones sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa.

 

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Saraqusta.