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Torre Nueva desde el Este (Lambert, 1876)

La Torre Nueva de Zaragoza

 

Torre Nueva desde el Este, (Lambert, 1876)

 

Aunque se trata de una torre que desapareció a finales del siglo XIX, merece la pena dedicarle un artículo, como veremos a continuación.

Se encontraba exenta, en la actual plaza de San Felipe, y era considerada como la torre más famosa de la ciudad, presente en litografías de toda Europa por su gran tamaño, su acentuado desplome y el gran exotismo que desprendía.

Tradicionalmente siempre se había dicho de ella que se había erigido entre 1504 y 1506 con el fin de alojar en ella un gran reloj. El motivo no es nada extraño, pues son numerosas las ciudades donde existe una torre destinada a albergar un reloj público, ocupando este el lugar preferente de su alzado. Sin embargo, aquí -se ve que los aragoneses somos algo despistados- la construyeron íntegramente olvidándose de esa función principal a la que iba destinada y, cuando la terminaron, dijeron: “mecachis, y ahora, ¿dónde ponemos el reloj?”. Y no se les ocurrió otra cosa que tabicar uno de los ventanales para estamparlo delante, teniendo que romper incluso las jambas para poder alojarlo. ¿No suena extraño todo esto?

Realmente, el documento que sirvió para esa datación es anónimo y posterior a 1741, pero existen documentos desde 1504 hasta 1512 que hablan de obras parciales de consolidación de esta torre, analizados por el arquitecto Javier Peña Gonzalvo en su reciente tesis doctoral.

 

Torre Nueva: Plantas y alzado, (Daniel Villar, 2017)

 

Torre Nueva: Sección, (Daniel Villar, 2017)

 

En la parte inferior tenía planta estrellada de 16 puntas, descansando sobre un cuerpo octogonal, y el resto era también octogonal con contrafuertes (o, más bien, torrecillas semicirculares) en sus esquinas. Tenía una rica y exuberante decoración a base de figuras geométricas y vanos apuntados y túmidos, algo totalmente pasado de moda ya para ese siglo XVI al que se la adscribe. Lo que sí es inequívocamente de ese siglo es el cuerpo superior con el que se la recreció, pues tenía arcos semicirculares de doble rosca, como los que podemos contemplar, por ejemplo, en la Lonja, edificio que sí es claramente renacentista y cuya datación no da lugar a dudas (siglo XVI). Que cuerpo era un recrecido es algo evidente porque no seguía la misma inclinación que ya padecía la torre, sino que era perfectamente vertical, y el ladrillo era más claro. Sirvió para construir encima el imponente chapitel de tres cuerpos curvos de pirámide octogonal y de unos 20 m de altura, haciendo un total de 81,50 m desde el nivel del suelo.

 

Torre Nueva: Parte Intermedia. Cuerpos estrellado y octogonal, (Levy, 1889)

 

Torre Nueva: Parte Inclinada, (Levy, 1889)

 

Torre Nueva: Cuerpo superior y chapitel, (Clifford, 1860)

 

El desplome era muy llamativo (2.37 m a la cota +50,30 m), por lo que era considerada como la torre inclinada más famosa de España. En 1878 fue desmochada, retirándole el triple chapitel y en 1892 el Ayuntamiento decidió demolerla bajo el argumento de que amenazaba ruina. Naturalmente, resultó un hecho muy polémico, pues levantó la oposición de parte de la población y de no pocos intelectuales, entre los que destacaron los hermanos Gascón de Gotor. Los intentos por salvarla resultaron en vano. Los trabajos de derribo duraron un año y sus ladrillos -de muy buena calidad- fueron vendidos para otras construcciones. En la década de los 80 del siglo pasado surgió la “Asociación de Amigos de la Torre Nueva”, que planteó su reconstrucción siguiendo el ejemplo del campanile de San Marcos en Venecia, que se había desplomado en julio de 1902 y al año siguiente se inició su reconstrucción “dov’era e com’era” (“donde era y como era”, frase del entonces alcalde Filippo Grimani), terminándola nueve años después. En Zaragoza, no se logró sacar adelante su reconstrucción. Solamente, hacerle un monumento conmemorativo en el mismo lugar donde había estado del que ya solo queda una marca del perímetro de la torre en el pavimento y la escultura de un muchacho sentado que mira hacia arriba, como contemplándola, dando idea de su gran tamaño.

 

Torre Nueva: Andamiaje para derribo, (Gaza, 1892)

 

Torre Nueva: Monumento conmemorativo 1992. Asociación Torre Nueva.

 

Llama la atención la falta de rigor por mantener su datación en el siglo XVI hasta hace poco, basándose fundamentalmente en ese documento anónimo del siglo XVIII, época en la que la precisión histórica no sería esencialmente uno de los valores más exigidos. También extraña que se afirme que su construcción duró tan solo 15 meses y que, por defectos surgidos, las obras se habían prolongado hasta 1512. Por tomar ejemplo de otras torres de tamaño algo mayor que esta, pero de mucha menor complejidad constructiva, podemos citar el caso de la Giralda de Sevilla, que duró 13 años (siendo un proyecto del gran imperio almohade, donde no faltarían todos los medios necesarios) o del antes citado campanile de Venecia (9 años), reconstruido ya con técnicas del siglo XX. Desde luego, el plazo de 15 meses es totalmente ridículo para una torre como era esta.

En cuanto a los documentos conservados de entre 1504 y 1512, cabe destacar que todos ellos se refieren a obras parciales o de consolidación. Preocupaba sobremanera la inclinación de la torre (que ya existía desde antiguo) y se plantearon obras de refuerzo en los cimientos. Se convocó a un comité de expertos para que revisaran esas obras que ya se estaban realizando y dictaminaron ensanchar la base todavía un poco más. Es muy significativo, a efectos de datación, que la escalera interior de la torre bajara unos dos metros y medio por debajo de la rasante actual de la plaza, pero en el torreón Fortea, construido en el siglo XV y situado a tan solo 2.50 m de la torre, coincide su planta baja con dicha rasante, de donde cabe deducir que esta cota no ha variado desde el siglo XV. Si la torre se hubiera construido un siglo después, ¿por qué habían de hacerle un “sótano” que ninguna otra torre tiene? Naturalmente, hay que deducir que es mucho más antigua y que, cuando se construyó, la rasante estaba 2,50 metros más baja que en la actualidad. Era una zona ricamente poblada en época islámica, pero quedó abandonada tras la conquista cristiana debido a la gran pérdida de población que esta supuso. Los edificios se fueron hundiendo y la rasante actual está sobre sus enronas. Lo demuestra el hecho de que casi todas las edificaciones (aun las más antiguas) tienen sótano. Ello es debido a que, para construirlas, tuvieron que vaciar los escombros. Entre las actuaciones que se prescribieron para dotar a la torre de mayor estabilidad estuvo la de rellenar con argamasa todo el hueco de la escalera existente por debajo de esa rasante. De esa forma, al macizar la base, conseguían bajar el centro de gravedad del edificio. Que en las fotografías aparezca el cuerpo inferior perfectamente vertical es producto de que se anilló toda la torre en su alrededor, todo ello con la misma finalidad, actuaciones todas ellas llevadas a cabo en aquellos primeros años del siglo XVI. Así pues, tal y como se la conoció en los últimos siglos de su existencia, la Torre Nueva ofrecía el aspecto exterior de un primer cuerpo vertical, un segundo cuerpo -el más largo- inclinado y el tercero de nuevo vertical, con el gran chapitel encima.

Torre Nueva: Inclinaciones de la Torre sobre la foto de Lambert, (J. Peña)

 

Llegados a este punto, resulta imposible sostener que esta torre fuese erigida en el siglo XVI como “Torre del Reloj”, pero aún hay más datos que terminan de dar al traste con esa teoría y que Javier Peña argumenta y desmenuza de manera implacable en su tesis doctoral. Uno de ellos es la forma de reparto económico entre el relojero Jaime Ferrer (adjudicatario de la instalación del reloj) y el albañil Pedro Simón, contratado para las obras. Acuerdan un reparto en la proporción 2/5 y 3/5. Está claro que se trata de trabajos de albañilería para colocar el reloj (el tabicado del ventanal donde van a colocar la esfera, entre ellos) y no de la construcción de una torre de 81 metros de altura, pues, si así hubiera sido, el coste del reloj respecto al de toda la torre hubiera sido casi una menudencia.

Si se trata, entonces, de una torre antigua, ¿por qué la llamaron “Torre Nueva”? La explicación que da Javier Peña hace referencia a la calle de nueva apertura que tuvo lugar en el siglo XV desde la plaza del Mercado para facilitar el desarrollo urbano del barrio de San Felipe. Posiblemente, de la denominación de esta “Calle Nueva” pudo tomar el nombre la torre: unas edificaciones ya consideradas como marginales volvían a tener su protagonismo. Es el mismo caso de los “barrios nuevos” de muchas poblaciones: se trata realmente de los barrios más antiguos, que estuvieron habitados por judíos y, tras la expulsión de estos, quedaron abandonados hasta que fueron nuevamente habitados, pasando a llamarse “Barrio Nuevo”.

La incógnita y lo verdaderamente apasionante es: ¿en qué contexto había sido realizada esta imponente construcción y para qué?

De igual forma que explicábamos para la torre de San Pablo, aquí tampoco cabe pensar en un alminar de mezquita. En la Historia General del Arte, el arquitecto José Pijoán afirmaba que “la semejanza de forma de la Torre inclinada de Zaragoza con las torres mausoleos de los primeros sultanes selyúcidas en Persia es realmente un caso misterioso de cultural supervivencia. Las torres sepulcros de Gazna son poligonales y con ángulos en las aristas para esquivar a los espíritus malignos. Estas aristas reaparecen casi idénticas en la parte baja de la torre zaragozana…Es imposible de creer que fuera un caso de coincidencia”.

Hoy en día sabemos del gran trasvase de conocimientos entre Oriente y el valle medio del Ebro en el siglo XI. Lo vemos en la arquitectura, pero también en otras disciplinas, como es el caso de la filosofía (ver la extensa obra de D. Joaquín Lomba Fuentes) o de otras áreas. M.L. Ávila y L. Molina, en “Sociedad y cultura en la Marca Superior de al-Andalus” afirman que “curiosamente, y frente a vivir de espaldas a las otras regiones andalusíes, los contactos (de la Marca Superior) con el Oriente musulmán son numerosos e intensos, de forma que la cultura oriental llega a la Marca directamente, sin pasar antes por Córdoba” (Historia de Aragón III, 1984).

 

Torre Nueva, (Levy) y Gonbad-E Kabus, en Irán, 1006-7 (Archnet)

 

Gazna, c.1100, Grabados S.XIX y Estado Actual (dominio público). Dcha. Jakurgan, 1109 (Archnet)

 

A partir de aquí, procede revisar esa calificación de “coincidencia increíble” que apuntaba José Pijoán. Situando su construcción en el siglo XI, podemos establecer una datación relativa de la misma en relación con otras torres zagríes atendiendo a su tipología y a su evolución estructural. Cabe situarla como contemporánea del alminar de la mezquita mayor (actual torre de la Seo), pues coincide con el mismo su estructura evolucionada de dos torres concéntricas, una dentro de la otra, con la correa de la escalera construida entre ambas y la torre interior totalmente hueca. Su datación corresponde, pues, a la época Hudí (segunda dinastía que reinó en Saraqusta).

 

Reconstrucción de la Torre Nueva en su estado orginal, sin el refuerzo de los cuerpos bajos ni el cuerpo superior con chapitel, según el arquitecto Francisco Íñiguez, (“Torres mudéjares aragonesas”, 1937)

 

Interpretación de J. Peña Gonzalvo. Modelo 3D de L. Agustín Hernández y A. Fernández Morales. Elaborado en el área de expresión gráfica de la Universidad de Zaragoza.

 

El contexto en el que pudo ser hecha es algo que merece ser desarrollado en otro artículo independiente por el gran interés histórico que suscita. Volveremos con ello.

 

 

Jaime Carbonel Monguilán. Arquitecto Técnico.

Autor del libro «El Alminar de Tawust», las intervenciones en obras de restauración del patrimonio de Jaime Carbonel le han llevado a conocer los aspectos más singulares de la arquitectura tradicional aragonesa, como el uso del yeso como material de agarre en lugar del mortero de cal, que era lo habitual en el resto de casi todo el mundo. Su dedicación al estudio detallado de la torre de Santa María de Tauste arroja unos resultados sobre su datación bien diferentes de los que se han sostenido tradicionalmente. Unas conclusiones que afectan de manera muy positiva al pasado de Tauste y a las consideraciones sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa.

 

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