A tan solo 15 Km de Daroca, dirección nordeste, en la margen izquierda del río Huerva, se encuentra Villarreal de Huerva. En el lado oriental del casco urbano se encuentra la iglesia dedicada a San Miguel Arcángel, una construcción barroca del siglo XVII construida en piedra.
La torre es de ladrillo y se ubica a los pies del templo. Constituye una edificación independiente, claramente anterior a la iglesia y, sobre ella, como está siendo habitual en todas las torres que venimos analizando, no existe documentación sobre la fecha de su construcción. De la iglesia se dice que vino a sustituir a otra anterior, mudéjar, de la que tampoco sabemos nada. La afirmación de que era mudéjar viene de que se da por hecho que esta torre es mudéjar, pero… ¿y si fuera anterior? Si la torre es de época islámica, sería el alminar de la mezquita que allí hubiera, la cual, como hemos visto en otras ocasiones, se consagraría para el culto cristiano. Naturalmente, desde entonces hasta el siglo XVII es tiempo más que suficiente para llevar a cabo múltiples obras en este mismo lugar, tanto de reforma como de nueva planta, hasta culminar en la iglesia que hoy conocemos. Aun así, llama la atención el hecho de que, si hubo una iglesia mudéjar (indudablemente sería de ladrillo, como la torre), tuviera que derribarse completamente para construir la que hoy conocemos. Sería una construcción de época gótica y no estaría tan mal hecha como para tener que derribarla totalmente mientras la torre, que se supone contemporánea, seguía valiendo. ¿Por qué no se decidió reformarla o ampliarla como otras muchas? ¿No sería que aquella edificación no cumplía con los cánones del momento y por ello no era aprovechable? En otros casos hemos visto que la iglesia antigua no era sino la mezquita que antes hubo, reutilizada, y que, al quedarse oscura, con una techumbre de madera y baja de altura, cuando la moda eran las altas bóvedas y los ventanales en sus fachadas, habían decidido derribarla por completo. ¿Sucedería lo mismo en este lugar?
Pero vayamos con la torre, que es lo que aquí nos interesa realmente. Con la rehabilitación sufrida, el gran recrecido neoclásico que es el cuerpo superior destinado a campanario y la imponente iglesia, además de su sobriedad decorativa, ha pasado prácticamente desapercibida para casi todos los estudiosos de nuestro patrimonio de ascendencia islámica (sea de época islámica como cristiana), salvo para Agustín Sanmiguel Mateo. Ni siquiera aparece en la obra “Arte mudéjar aragonés” de Gonzalo Borrás, que es la más exhaustiva en esta materia.
Su apariencia externa es de una torre bastante nueva, debido al nuevo cuerpo de campanas con el que se recreció y a esa última restauración. Sin embargo, analizando su interior, encontramos cosas muy interesantes.
Su planta es cuadrada, bastante irregular, de unos 6 metros de lado. Se accede a su interior desde el coro, a unos 6 metros de altura, por una puerta original. Se desconoce lo que hay entre la cota cero (nivel calle) y este nivel: puede ser obra maciza o haber alguna estancia cegada, como la hubo en la torre de Santa María de Tauste. Transcribo a continuación la descripción que de ella hace Agustín Sanmiguel en su libro “Torres de ascendencia islámica en las comarcas de Calatayud y Daroca”:
Sobre este primer nivel hay dos estancias que se cubren la primera con bóveda de crucería y la segunda con bóveda esquifada. En los dos casos los nervios se forman con ladrillos cuadrados de 35×35 cm que en el lado visto están chaflanados por dos cortes semicirculares a ambos lados. La primera estancia no dispone de ventanas sino solo de tres estrechas aspilleras. El acceso a la segunda se efectúa por una también estrecha escalera intramural en L, con una fuerte pendiente y peldaños bastante altos, lo que la hace muy incómoda. La escalera se cubre con cortas bovedillas de cañón, semejantes a las del primer tramo de la torre de Ateca. Ya se ha comentado cómo la escalera intramural en L se da en un torreón tuyibí del siglo IX en Calatayud. En esta segunda estancia se abren dos ventanas por lado, separadas más de un metro, excepto en el lado norte, por donde accede la escalera, que solo presenta una. Se cierran en arco de medio punto con una característica imposta como las que hay en Valdehorna y Santo Domingo. Los vanos, como en otras torres, están rasgados hasta el suelo de la estancia, aunque disponen de un delgado antepecho de algo más de un metro de altura. Por encima de la bóveda esquifada hay una tosca pirámide de ladrillo sobre la que se apoya una bóveda de cañón que sirve de base al cuerpo de campanas neoclásico. Para acceder a él, una vulgar escalera de madera perfora ambas bóvedas.


La decoración exterior es muy sobria: apenas unas bandas de esquinillas, unos sencillos rombos y un friso de ménsulas que parece indicar el final de la obra antigua. Este podría ser una terraza con linterna, como en las torres cercanas de Encinacorba y Longares, o con una solución estructural más parecida a la de Tauste, tal y como la concibió Agustín Sanmiguel, donde también, sobre una bóveda esquifada, un escalonamiento sirve de base a la linterna. De cualquier forma, encaja perfectamente en una red de atalayas que jalonaban el camino hacia Zaragoza siguiendo el valle del río Huerva, función que tiene sentido en la época de la taifa de Saraqusta.

Desde el punto de vista estructural, llama la atención esa escalera intramural que comunica las dos estancias superpuestas, la cual se desarrolla en apenas un lado y medio. Seguramente, si hubiese tenido más desarrollo, hasta dar una vuelta completa o más, se habría confundido su estructura con la denominada “torre y contratorre” o “alminar almohade”, pensando que se trataba de una torre dentro de la otra por entre las cuales circulaba la escalera. Sirve esta torre, pues, para comprender la diferencia entre escalera intramural (es decir, “dentro de un muro”) y escalera entre dos torres concéntricas solo unidas por la correa de escalera, modelo que emplearían en la taifa de Saraqusta como evolución del anterior y que, posteriormente, sería adoptado en el mundo almohade.


En cuanto a la bóveda de crucería simple que cubre la primera estancia, cabe señalar que esta modalidad suele adscribirse a la arquitectura gótica, pero además advertir que también está presente en la arquitectura omeya andalusí, como la maqsura de la mezquita de Córdoba (962) o la mezquita toledana de Bâb Mardûm (999), así como en la mezquita aljama de Isfahán (Irán, siglo XI). Concretamente, también en Zaragoza la vimos en la torre de la Magdalena.
Jaime Carbonel Monguilán. Arquitecto Técnico.
Autor del libro «El alminar de Tawust», las intervenciones en obras de restauración del patrimonio de Jaime Carbonel le han llevado a conocer los aspectos más singulares de la arquitectura tradicional aragonesa, como el uso del yeso como material de agarre en lugar del mortero de cal, que era lo habitual en el resto de casi todo el mundo. Su dedicación al estudio detallado de la torre de Santa María de Tauste arroja unos resultados sobre su datación bien diferentes de los que se han sostenido tradicionalmente. Unas conclusiones que afectan de manera muy positiva al pasado de Tauste y a las consideraciones sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa.
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